Una copa de blanco, por favor
La primavera es la antesala del verano. Las terrazas se toman los espacios, los quitasoles le dan colorido y los tintos comienzan a cambiarse por algunas copas de blanco y rosado. De a poco las burbujas se transforman en favoritas.
El Chardonnay y el Sauvignon Blanc son las variedades blancas más plantadas en Chile. Con el tiempo han buscado espacios más frescos donde la expresión varietal no sea arrasada por el calor de los valles centrales. Tanto los aromas como los sabores de ambas cepas se conservan mejor en climas con temperaturas moderadas.
Las comparaciones son inevitables y tanto en Chardonnay como el Sauvignon Blanc se sienten diferentes en el momento de probarlas. Hagan el ejercicio y vean como la fruta en nariz y la tensión de la acidez son distintas.
El Sauvignon Blanc es la primera cepa que se cosecha, puede variar la fecha, pero por lo general es en la segunda quincena de febrero. A mediados de marzo los vinos ya están en proceso de fermentación. Esto permite que la acidez sea más marcada, por lo tanto vinos más livianos y refrescantes.
Sus aromas y sabores nos dan la impresión de refrescar. Dependiendo del origen uno se encuentre desde frutos tropicales a notas herbáceas, salinas y minerales, dependiendo del origen. En general los Sauvignon Blanc son vinos simples y fáciles de beber.
En la búsqueda por lograr la expresión de un lugar, el Sauvignon Blanc tiene muy buenas etiquetas en el Valle de Leyda, en el Limarí y últimamente en el Elqui. Esto frente a los tradicionales del Valle de Casablanca o Curicó.
El Chardonnay tiene tiempos de cosecha distintos. Se parte durante la primera quincena de marzo y puede terminar en valles del sur, como Malleco, a principios de abril. Los vinos tienen más volumen, estructura y si son fermentados o guardados en barrica en boca se sienten más amplios y con más cuerpo, más cercanos a un tinto que al mismo Sauvignon Blanc.
Ya pasaron los tiempos cuando en el Chardonnay sentíamos solo notas a lácticas y a barricas. Se busca que sean más frescos, se rescatan aromas y se valora mucho la acidez. Para ello ya casi no se aplica la maloláctica, una segunda fermentación que buscaba reducir la acidez.
El Valle del Limarí también le ha jugado a favor al Chardonnay. Algunos de los mejores de Chile vienen desde ese valle. Hacia el otro extremo, en el Malleco, también hay buenas etiquetas, vinos que superan difíciles condiciones de frío y humedad, para entregar aromas limpios y bocas de mucha complejidad.