Paraíso vitivinícola

Las nuevas generaciones de enólogos han transformado a Chile en un auténtico laboratorio vitivinícola. El objetivo final es diversificar una industria que tiene mil facetas y de la que nuestro país estaba aprovechado poco. Distintas formas de vinificar y bodegas como la Viña Carmen, que apostaron por el uso de cepas no tradicionales, le dan valor agregado al vino nacional.

“Prueba la María Angélica”, me dijo David Marcel al teléfono, antes de viajar hasta Cauquenes, para conocer algunos de los productores de vino de la zona. Marcel es socio y enólogo del proyecto Aupa Maitía, cuyos vinos están hechos con uvas de la zona.

Ya en el pueblo de Sauzal, pequeña localidad vecina a Cauquenes en el Valle del Maule, don José Cancino descorcha una de sus garrafas y en un pequeño vaso nos comparte María Angélica. Una bebida simple, de campo, con un leve dulzor, que recuerda al aperitivo regional francés Floc de Gascogne.

No hay certeza de por qué la María Angélica se llama así. Algunos dicen que es por la facilidad del nombre, pero lo cierto es que el brebaje local, como me lo transmite Marcel, es un mosto de uva País, fortificado con aguardiente. El francés avecindado en Chile experimentará con una barrica para el próximo mes de septiembre. La idea es recuperar este tipo de bebidas alcohólicas que se elaboran con uva, de manera artesanal, en el campo chileno.

La María Angélica es uno de los tantos ejemplos de bebidas con alcohol que se pueden hacer con la uva, formas que nos hablan de una gran diversidad que tenemos como país productor de vino y sus derivados, maneras ancestrales y otras más modernas, pero siempre con la inspiración de la cultura local.

Así como nuestro país ha ido poco a poco llevando la viticultura hacia la montaña, el norte, el sur y la cercanía con la costa, las distintas formas de vinificar también marcan un punto de inflexión que aporta autenticidad, pero también diversidad. Co-fermentar, micro-vinificaciones, contactos con lías y uso de tinajas, entre tantos otros, entregan carácter a un producto final que necesariamente debe diferenciarse.

Field Blend

Así como la María Angélica es el resultado de una tradición local, que se bebía tanto como el agua hace unos 60-70 años atrás, los viejos viñedos plantados tanto en Maule como  Itata, siempre han guardado algún secreto entre sus parras. Se dice que por azar algunos cuarteles estarían mezclados con otras variedades.

La riqueza de ese material genético no tiene comparación con otros valles. Un poco de Carignan mezclado con País o un poco de Torontel mezclado con el Moscatel, pero que no fue plantado así, deliberadamente. A eso se le llama “Field Blend” o la mezcla del campo. Varios vinos de la pequeña bodega Garage Wine llevan en la inscripción de su botella el “Field Blend” que como decíamos es un corte de campo donde se aprovechan las variedades mediterráneas plantadas en el Maule, como el Carignan, la Garnacha o el Mourvedre, para darle mayor complejidad al vino. Algunas de ellas se cosechan y se fermentan juntas.

Cristian Lagos_Trifulca_blog

Renán Cancino, viticultor y propietario de los vinos El Viejo Almacén de Sauzal (País-Carignan-Garnacha) nos comenta que según su experiencia no ha visto “Field Blend” plantado de manera planificada. “Lo que sí existe son algunos cuarteles o viñedos donde efectivamente las variedades se mezclaron, pero no hay una razón o explicación”.

Uno de los casos más emblemáticos, cuenta Renán, es el Single Vineyard, Las Cruces, Malbec-Carmenere de viña De Martino. Se trata de un viejo viñedo (2,8 hectáreas) plantado en 1957, en donde está mezclado el Malbec con el Carmenère. Ambas variedades, además, se vinifican juntas, resultando un vino con mucha complejidad tanto en nariz como en boca, gran potencial de guarda y excelente recepción tanto en consumidores como en críticos de vinos.

El vino blanco de J.A. Jofré es otro caso donde las variedades están mezcladas en un mismo campo. Se trata del Semillón y el Sauvignon Vert. Ambos provienen de un viñedo en Curicó. Es el único blend con estas características que se elabora en Chile. Es esencial que todos los vinos identifiquen sus cepas en la etiqueta. Es una información que los consumidores valoran y le da más sentido a lo que están consumiendo.

Despeinando a Viña Carmen

El año 2012, la Viña Carmen comenzó con algunos experimentos aprovechando el potencial de sus viñedos repartidos por distintas partes de Chile. Se apartaron unos pequeños lotes con los que se realizaron microvinificaciones, las que sin querer se transformaron en una de las líneas de vinos más innovadoras de los últimos años para la bodega con base en el Valle del Maipo.

Carmen DO se lanzó el 2015 con tres vinos: Quijada Semillón, Melozal El Bajo Portugais Bleu y La Ramada Moscatel. Sebastián Labbé, enólogo del grupo de viñas de Santa Rita, fue el mentor de este cambio. “Viña Carmen es mucho más dinámica que Santa Rita y eso nos permitió hacer estas cosas. La idea, cuando nació DO, fue simplificar la viticultura y la enología, con poca interferencia de la bodega y que además hubiera una mayor cercanía entre los productores de uva y nuestra viña. Estamos muy contentos con los resultados. Para ser volúmenes pequeños, los DO han metido bastante ruido, entre medios especializados y críticos de vino”.

carmen_blogYa el 2016 se agregaron dos nuevos vinos: La Cancha Malbec y Matorral Chileno, una mezcla de Syrah, Cinsault y Viognier, este último co-fermentado junto al Syrah, una práctica muy habitual en la zona del Ródano sur en Francia. Matorral Chileno fue elegido por el crítico inglés de vinos, Tim Atkin, “Descubrimiento del año” en la categoría tintos, en su primera guía anual de Chile.

El turno es ahora de Emily Faulconer, quien se sumó recientemente al equipo de Carmen como enóloga jefe, otro de los hitos del 2016 que buscan darle continuidad a estos cambios y seguir aportando a la vitivinicultura chilena.

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