OIV: Cambio climático y mundo digital, los desafíos del vino

El actual Director General de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), el español Pau Roca, respondió sin límites esta entrevista previa al Congreso Mundial que se celebró en Ensenada, Baja California, México.

¿Cuáles son actualmente los principales desafíos del vino a nivel mundial?

Sin lugar a dudas el cambio climático. De acuerdo con los compromisos aceptados en París tenemos una parte que cumplir en términos de mitigación para capturar más CO2 y emitir menos. Y luego también está la adaptación al cambio climático y a la crisis que va a haber como consecuencia de un cambio muy importante por el recalentamiento global.

El otro reto es la adaptación a las nuevas tecnologías, a la digitalización del sector en varios aspectos como la utilización adecuada de sensores, la utilización de los sistemas que se derivan de nuevas tecnologías en materia de transmisión de datos y de sistemas certificados de veracidad por blockchain. Todo lo que tiene que ver con una nueva era que es la ciencia de los datos.

Y como la OIV es una organización científico-técnica para nosotros la digitalización es una nueva ciencia que hay que incorporar como en su momento se sumó la química o la genética. Ahora estamos en un mundo digital y eso hay que incorporarlo al vino.

¿Qué considera vital para hacer frente al cambio climático y cómo observa que se están adaptando los distintos jugadores del negocio del vino?

Depende en qué fase de la producción se esté hay distintos esfuerzos que hay que hacer. Por una parte, el clima es un factor muy importante que da carácter al vino, ya que el vino es una combinación de distintos factores como el suelo, el clima, el material vegetal, es decir, las variedades. Y sobre esos tres factores hay un trabajo del hombre y unas tradiciones. Todos estos son los elementos del terroir y si hay una de las patas como el clima que varía, pues hay que ajustar las otras.

En el caso del trabajo del hombre está claro que hay que adaptarlo, hay que ver cuáles son los métodos de cultivo, la conducción de la planta, la cobertura vegetal, el mantenimiento de la biodiversidad, etc.

En el caso de la planta hay que ver cuál es su identidad genética y la evolución que debe tener porque, por ejemplo, una variedad puede estar más adaptada a determinadas cuestiones de resistencia, nuevas plagas, etc. La planta tiene muchas respuestas, de hecho la biodiversidad clonal de la viña es inmensa. La vid tiene 8.000 mil variedades y miles de clones para cada una. Por lo cual tenemos un gran campo de actuación.

Del clima podemos cambiar muy poco, tenemos que adaptarnos. En nuestra acción por la lucha contra el cambio climático francamente no podemos hacer gran cosa a lo que se nos viene encima, pero sí podemos reducir emisiones y contribuir. Y ahí entra el factor del suelo porque es ahí donde mayor capacidad de absorción de CO2 tenemos. Es un universo donde conviven la estructura propia del suelo, con una cantidad de materia orgánica y todo ese ecosistema que es tan distinto de una viña a la otra es muy importante mantenerlo y, sobre todo, evitar la erosión. Al perder una tonelada por hectárea de suelo ya se considera una desertificación y una erosión casi irreversible. Y los suelos agrícolas están perdiendo de 12 a 20 toneladas por año. Eso es gravísimo. Por eso el compromiso del sector vitivinícola va en otro sentido, en ganar capas de suelo, en ganar vida en la superficie, en tener los suelos vivos

Fuente: vinetur.com/MarianaGil

 

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