Cuando menos, ¿es más?
Cuando me piden recomendaciones de vinos, sobre todo personas que están iniciándose, la verdad que siempre es difícil elegir, principalmente porque en el vino hay muchos factores en juego.
Dejando de lado el precio y el packaging (envase, botella y etiqueta), el vino es algo complejo de encasillar o categorizar. Todos tenemos distintos paladares y umbrales de percepción de aromas, entre muchos otros detalles.
¿Qué hacemos, entonces, con todos estos descriptores del vino, como frutillas, pan tostado, berries, coco o vainilla, que muchos no los perciben en la copa?
Para poder apreciar el vino hay que “entrenar” los sentidos, como el gusto y el olfato. Hay que probar en forma constante. Otra manera es categorizarlos en distintos estilos: frutosos, frescos, espumosos, golosos o apelar a sus distintos colores, como las tarjetas que tiene HelloWine para aprender a degustar.
En mercados como Canadá y Finlandia, el estado tiene el monopolio de la distribución y venta de alcohol. En las tiendas se usa categorizarlos por colores y nombres, lo que hace más fácil la búsqueda del consumidor, que habitualmente se ve enfrentado a un mar de complejos datos e información en cada etiqueta.
También podemos seleccionar vinos de acuerdo a su complejidad o “minimalistas” si lo ponemos en un plano más artístico. Los vinos con menos intervención pueden ser menos complejos.
Un vino en general tiene tres tipos de aromas: el primario, aquellos propios de la uva; secundarios, producto del proceso de la fermentación y los terciarios, resultado del envejecimiento o crianza en barricas o directamente en la botella.
Si un vino lo tomamos joven, lo apreciamos de manera distinta, están presentes los aromas primarios. El uso de la barrica entrega mayor complejidad y aparecen otros aromas y sabores. La guarda en botella permite que los componentes del vino se integren y su bouquet vaya evolucionando.
Para quienes no son expertos y están empezando a probar, los vinos más varietales son una buena manera de acercarse y aprender. La barrica, en muchos casos y la crianza en botella, le dan al vino otra dimensión.
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