Chile: País de vino
Chile es un país reconocido por muchas cosas hoy, como el fútbol (somos campeones de América). Además, tenemos un territorio envidiable en términos de paisajes, lo que hace que cada día sea visitado por más turistas. Poseemos el desierto más árido del mundo y espléndidos cielos para observar las estrellas, entre otras características.
Pero hay una cosa en la que Chile y unos pocos países pueden sentirse privilegiados: tenemos condiciones climáticas perfectas para producir vinos de toda clase, estilos y cepas. Pero, ¿a qué se debe esto?
Partamos por lo básico. Chile es parte de los hotspots de clima mediterráneo en el mundo junto con la cuenca del Mediterráneo (España, Italia, Francia, Portugal, entre otros países), sur de Australia, Norte de Nueva Zelanda, California y la provincia del Cabo en Sudáfrica.
Con las estaciones de tiempo bien marcadas, las parras realizan adecuadamente sus procesos de crecimiento y maduración de la uva. Durante el invierno las plantas “duermen” tranquilamente. En la primavera brotan mientras las temperaturas van aumentando en forma paulatina. Las lluvias que dejó el invierno le sirven para este crecimiento inicial.
Durante el verano los racimos van tomando forma y color. La estación seca ayuda a la calidad de la uva, dependiendo de la cepa y el lugar. En la última etapa del verano se realiza la vendimia y luego de la cosecha comienza el proceso de vinificación. Hasta acá todo es similar si comparamos con el resto de los países productores. ¿Qué nos diferencia del resto, entonces?
Chile tiene una gran diversidad de micro climas y suelos, que nos permiten producir vinos de distintos orígenes y estilos. Esto les imprime un sello e identidad única a los Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Syrah e incluso Cinsault, cepa que estuvo perdida entre los viñedos del Maule e Itata.